30 nov 2010

NADA FUERA DE LUGAR


Esa tarde no había nubes. No había viento, tampoco lluvia. No se veían uniformados. No había cacheos, ni maltratos. Esa tarde no había nervios. No había plateas, tampoco insultos. Ni siquiera había previa. No había estadísticas ni promedios. Esa tarde no había apuro. No se escuchaban silbidos, tampoco murmullos. No había polémicas. No había insultos, no había arreglos. Esa tarde no había barras. No había piedras, ni gente corriendo.
Y como no había nada de esto, entonces no había problema. No había pelotazos. No había roces, tampoco patadas. No había gritos. No había locura, ni desesperación. No había ansiedad. No había lamentos, tampoco reproches. No había trampa. No había errores, ni picardías. No había decepciones. No había vergüenza, ni dramatismo.
No había nada de esto, porque no era necesario. Esa tarde no había nada fuera de lugar. Esa tarde había un hincha, había un equipo. Esa tarde… había fútbol.

19 nov 2010

NINGUNA COMO ELLA

Yo soy conciente de que me usan, pero igualmente soy feliz. Yo espero ansiosa a que me toquen, y no reprocho nada si pasa el tiempo y no lo hacen. Incluso no me quejo, cuando me arrastran por ahí, sabiendo que puedo lastimarme. Yo siento placer igual si alguien se predispone a tocarme.
Pero hoy me cansé, en realidad hace tiempo. Necesito hacer mi descargo, cuanto antes. Yo se que muchos quieren tocarme pero pocos me tocan como si me quisieran. Poco a poco me olvido, de la suavidad de un borde interno. Ya no recuerdo cuando fue la ultima vez que recorrí metros de césped, sin volar por lo aires. Si supieran como extraño que una suela me haga bailar, muy delicadamente.
Y yo no acuso a nadie, creo. Esto va para todos, para cada uno que pretende algo conmigo. Y no se trata del limitado de la última línea solamente. Los del medio, que ya no hacen pausas y corren hasta chocarse los alambrados o los oportunistas del área que patean con los ojos cerrados, para ellos también va. A ellos, a ustedes, quiero recordarles de que se trata nuestro romance.
Y de eso se trata, de un romance. Ustedes me dan cariño, y yo hago lo que quieran. Voy de pie a pie, soy testigo de una pared. Hago lo que me gusta, me dejo manejar. Me siento en primera fila, cuando hay una gambeta. Soy la fan numero uno del atrevido.
Les pido por favor, no rompamos relación. Porque ustedes no encontraran a ninguna como yo y yo, seguramente, no encontrare a compañeros más fieles que sus pies, queridos jugadores.

13 nov 2010

ABRAZO DE GOL

No sería sencillo enumerar las diferentes sensaciones que se viven dentro de un campo de juego. Como en la vida misma, puede pasarse de alegría a tristeza en minutos.
¿Cómo explicar lo que se siente antes de jugar? Esa mezcla de nervios y ansiedad que parecen hervir dentro de uno. Jugar un partido, ir perdiendo, ir ganando…

La frustración en un penal errado, el orgullo en un caño bien logrado. La bronca por no haber hecho la pausa para dársela a ese compañero mejor ubicado. La satisfacción de haber dejado todo y llevarte los aplausos.
Y todo, completamente todo, sería distinto si no estuvieran los otros 10. Esos que tienen los mismos colores que vos y sienten lo mismo que te pasa a vos durante esos minutos. Son personas como cualquiera, compañeros de colegio, vecinos, amigos… Personas “extrañas” que dejan de serlo cuando entran al vestuario, para prepararse. Otros 10 como vos, que ahí adentro son más que compañeros, son hermanos, son familia. Esos por los que corres un poco mas para recuperarla, por los que haces el sacrificio. Esos por los que te alegras cuando las cosas salen bien y a los que alentás cuando pasa lo contrario.
¿Hay algo más lindo que dar el pase atrás para que el otro pueda festejar? ¿Hay algo más lindo que tirar una pared con tu amigo de toda la vida? Si ese algo existe, díganmelo, porque dudo mucho de que así sea. Y no se trata de un jueguito, de 90 minutos más en tu vida. Se trata de tus amigos, de lo que te hace feliz. De ganar un campeonato y dar la vuelta con ellos. De compartir un entrenamiento y olvidarte de los problemas. De compartir viajes, lleno de anécdotas. De reírse, de llorar, pero siempre todos juntos. De tocarla, festejar, agradecer un pase, disculpar un egoísmo.
Saber que hay momentos únicos, que nadie te puede sacar. Ese momento donde se detiene el tiempo y todos se hacen uno, cuando las cosas salen, cuando la pelota entra. Ese minuto que te frena los latidos, que te devuelve el aire. Ese momento imborrable, ese abrazo de gol…

8 nov 2010

ELLOS SON ASÍ


Esa tarde se cansaron de insultarlo. Era inevitable, se movía con tan poca ductilidad… Decir que parecía de madera es un halago. Este tipo era una bolsa de cemento que superaba ampliamente los 100 kg. La camiseta le quedaba tan apretada que a simple vista se confundía con una remera térmica, pero era XL!
Ni la tocó. Intentaba de cabeza, pero ni saltaba. Compraba el terreno del área y se instalaba ahí hasta el pitazo final. Tan cómodo se ponía que cada vez que cobraban penal le decían: “a ver si te corres, así lo pateamos”. Imagínense, todos lo agarraban de punto cada sábado que se jugaba ese campeonato relámpago.
Cuando el partido se puso 2-2 empezaron las dudas. Sus compañeros lo miraban con bronca pero no podían decirle nada a semejante mole, no si querían vivir. Como era costumbre le dieron todas pero él no estaba en su día, bah! Casi nunca tenía un día aceptable. Igualmente esa tarde no era como las otras, esa tarde era el encuentro decisivo. Luís –así era su nombre- estaba atornillado al césped como nunca y el arquero rival no paraba de reírse. Pero ya saben, el que ríe ultimo…
El milagro comenzó a gestarse en la mitad de cancha, después de un lateral. El juez ya había adicionado 2 minutos y el apuro invadió a todos. El Turco –el 5 más pegador del campeonato- la paró y levantó la cabeza, lo miró al Gordo pero estaba claro que cualquiera otra opción sería mejor. Encaró como nunca antes, esquivando a cuanto rival se cruzaba. El tiempo se iba y no quedaba otra que probar de afuera, esperando un rebote. Apenas se hizo lugar, la adelanto y metió un zurdazo imparable. La pelota zigzagueó en el aire, pero no llegó al arco. En el camino se encontró con el Gordo, estático como siempre. La pelota retumbo en su panza, cayendo muerta al piso. Todos se quedaron mudos, mirándolo, esperando que pivoteara con alguno. Pero Luís sorprendió a todos. Como buen delantero, no se apuró. Con una heladera en la cabeza amago a abrirla, logrando que el central abriera sus piernas. En el momento menos esperado, el Gordo sacó un taco exquisito de la galera. La pelota, casi pidiendo permiso, paso entre las piernas de ese ingenuo defensor y cruzo rodando toda el área chica. El arquero, estatua. Nadie lo podía creer, finalmente había ocurrido. Ese balón rozo el poste y se metió agonizando. Luís salió disparado, corriendo como nunca. El Gordo miraba a cada uno que se había reído y llevándose el índice a la boca los hacia callar, uno por uno. El premio mayor – 1 lechón – ya tenía dueño. Y todos se lo debían a él, al Gordo Luís. Ese tipo que levanta puteadas a loco había conseguido el gol de la victoria, como buen goleador. Y les demostró a todos que ellos son así. No la tocan, pero cuando la tocan, te la mandan a guardar.



6 nov 2010

HASTA LUEGO


Me miró sorprendido, pero yo sentía que él me había estado esperando, no sé por qué. “No cualquiera viene a decirme esto” me dijo. “Habla bien de vos, algunos desaparecen sin decir una palabra, pero vos viniste”. Yo me había tomado unos días para pensarlo, me quede en casa y deje pasar el tiempo. Cuando llegué mi seguridad se desmoronó, todos me saludaban y me preguntaban que pasaba. Yo sonreía y caminaba, no quería detenerme a dar explicaciones. Él me invito a caminar, alejándonos un poco, y me dio pie para empezar a hablar. “Perdí las ganas” le confesé. Y lejos estuve de tomarlo por sorpresa, miró el suelo y me dio la razón moviendo la cabeza. “No sé, ya no disfruto. Me enojo de la nada y quiero irme” y el nudo en la garganta se me hacia gigante.
Creo que no se esperaba esas palabras, tan crudas y sinceras. Él estaba acostumbrado a estas cosas, siempre trabajo con chicos y sabía que la adolescencia tiene estas cosas. En el fondo me conocía, sabía que yo no dejaba todo porque sí, por vago. Me entendió al instante, no agregaba palabras y dejaba que continúe. Pero obviamente quiso saber si existía un por qué para dejar todo. Yo no sé si fue de cobarde pero rápidamente use el tema de los estudios como excusa. Me tranquilizó con un: “Esta bien lo que haces, eso es lo mas importante a esta edad” Pero en el fondo sabía bien que si quería me las podría arreglar. No le encontré mayores explicaciones en ese momento, tenía que decirlo como sea, tarde o temprano. Luego hubo un momento de silencio, me miró fijo a los ojos “A vos se te murió el jugador interior”, tan claro y doloroso como eso. Yo no supe que decir, tal vez era cierto o quizás no tenía ganas de sacar el orgullo y defender tremenda acusación. Yo le dije que no sabía, que tal vez si, pero necesitaba alejarme y volver solo cuando lo sintiera profundamente. Él no tuvo problema, me dijo que me tome el tiempo que quisiera, que me conocía de chico y que las puertas iban a estar abiertas para mí. Yo no podía creerlo, finalmente estaba pasando. Lo salude, le di las gracias y le deje en claro que esto no tenia que ver con nada ajeno, aunque tenia mis quejas. Pero no era mi intención irme con una discusión, no en ese momento. “Necesito sentirlo de nuevo y volver” le aclaré. Comprendió lo que pasaba y me dejo ir sin esperar mayores explicaciones. Yo me aleje sonriéndoles a todos, sin saber si volvería. En realidad, volver iba a volver, porque es mi casa. Pero las cosas no serían como antes. Me autoconvencí de que sería un hasta luego.