14 ene 2011

TODAS LAS TARDES

El buscaba escaparse de todo, solo eso. Desparramo de útiles sobre su cama, paso veloz por el almuerzo y a la plaza. Desde que abría los ojos en la mañana pensaba en ese instante, en el que sus pies finalmente pisaban ese triangulo de tierra en donde el era tan feliz. No quería siesta, no quería clases de guitarra ni visitas a la abuela. El quería esquivar hamacas o trepar paredones si la puntería no andaba bien. El esperaba con ansias que algún bondadoso con una redonda bajo el brazo lo invitara a correr. Esa timidez con la que se sentaba quedaba en la nada cuando se animaba a gambetear. Los demás chicos no podían hacer más que verlo flotar, con la pelota en los pies, con la tierra en el aire, con el tobogán por delante. Incluso era mas interesante cuando lo acusaban de “afano”, le quitaban compañeros y aun así, el parecía potenciarse. Incluso no importaban las patadas de aquellos celosos que le llevaban años de diferencia. Esas horas, eran suyas. Pero solo una cosa apagaba el momento. No hay arbitro que de el pitazo final, solo alcanzaba con el grito de su madre que lo mandaba a bañar.  En el fondo, el sabia que siempre había un lugar para la esperanza. El sabía que el sueño estaba intacto cada día, y podría retomarlo. Era consciente de que siempre iba a tener tardes, amigos, pelotas y una plaza… llena de tierra.