21 abr 2011

EL GRITO ETERNO

Todavía te recuerdo, te veías hermoso. Siempre tan esperado, tan necesario, tan oportuno. No importa cómo, ni cuándo. Siempre caíste bien, en el instante justo. Todos los momentos eran ideales, eras bienvenido siempre. Y cómo te hacías esperar a veces.
Todo el tiempo significaste algo más. No eras una simple circunstancia. Llegabas en un abrir y cerrar de ojos. Apoderándote de cada cuerpo, llevando lamentos de un lado y alegrías del otro. Llenando de fuerza mi garganta, de aire mis pulmones. Dejando mudos a otros tantos, que perdían esperanza. Tu valor siempre fue el mismo, para la gente común. Aquellos que no tenían la oportunidad de buscarte y encontrarte, en una situación única. En la ocasión perfecta, presentándote de repente, con galera y bastón. Convirtiéndote en el alma de la fiesta. Esa fiesta en tu honor. Y qué mala suerte la de algunos que se encargaban de evitarte, sin darse cuenta que lo mas bello de esa tarde era tu presencia. Envidiosos, quizás, de aquellos que lograban conducirte hasta aquí, desde el más allá. Como alguna vez recuerdo haberlo logrado. Y que raro pensar, que semejante alboroto se debía a tu aparición. En el preciso segundo en el que esa línea era vencida, como a un mural derribado. Para convertir aquél silencio momentáneo en un puño apretado y el grito eterno, flote en el aire.