6 nov 2010

HASTA LUEGO


Me miró sorprendido, pero yo sentía que él me había estado esperando, no sé por qué. “No cualquiera viene a decirme esto” me dijo. “Habla bien de vos, algunos desaparecen sin decir una palabra, pero vos viniste”. Yo me había tomado unos días para pensarlo, me quede en casa y deje pasar el tiempo. Cuando llegué mi seguridad se desmoronó, todos me saludaban y me preguntaban que pasaba. Yo sonreía y caminaba, no quería detenerme a dar explicaciones. Él me invito a caminar, alejándonos un poco, y me dio pie para empezar a hablar. “Perdí las ganas” le confesé. Y lejos estuve de tomarlo por sorpresa, miró el suelo y me dio la razón moviendo la cabeza. “No sé, ya no disfruto. Me enojo de la nada y quiero irme” y el nudo en la garganta se me hacia gigante.
Creo que no se esperaba esas palabras, tan crudas y sinceras. Él estaba acostumbrado a estas cosas, siempre trabajo con chicos y sabía que la adolescencia tiene estas cosas. En el fondo me conocía, sabía que yo no dejaba todo porque sí, por vago. Me entendió al instante, no agregaba palabras y dejaba que continúe. Pero obviamente quiso saber si existía un por qué para dejar todo. Yo no sé si fue de cobarde pero rápidamente use el tema de los estudios como excusa. Me tranquilizó con un: “Esta bien lo que haces, eso es lo mas importante a esta edad” Pero en el fondo sabía bien que si quería me las podría arreglar. No le encontré mayores explicaciones en ese momento, tenía que decirlo como sea, tarde o temprano. Luego hubo un momento de silencio, me miró fijo a los ojos “A vos se te murió el jugador interior”, tan claro y doloroso como eso. Yo no supe que decir, tal vez era cierto o quizás no tenía ganas de sacar el orgullo y defender tremenda acusación. Yo le dije que no sabía, que tal vez si, pero necesitaba alejarme y volver solo cuando lo sintiera profundamente. Él no tuvo problema, me dijo que me tome el tiempo que quisiera, que me conocía de chico y que las puertas iban a estar abiertas para mí. Yo no podía creerlo, finalmente estaba pasando. Lo salude, le di las gracias y le deje en claro que esto no tenia que ver con nada ajeno, aunque tenia mis quejas. Pero no era mi intención irme con una discusión, no en ese momento. “Necesito sentirlo de nuevo y volver” le aclaré. Comprendió lo que pasaba y me dejo ir sin esperar mayores explicaciones. Yo me aleje sonriéndoles a todos, sin saber si volvería. En realidad, volver iba a volver, porque es mi casa. Pero las cosas no serían como antes. Me autoconvencí de que sería un hasta luego.

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